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El pediatra, responsable directo del crecimiento, desarrollo y maduración del individuo, se enfrenta, como es obvio, a una constante renovación de su saber médico, adquiriendo hábitos y técnicas de valoración que le sirvan como herramientas científicas sólidas, para conseguir o, en su caso, mantener el mejor estado de salud del sujeto pediátrico.
La vulnerabilidad del niño y del adolescente, con los cambios sociales que se producen en la actualidad (emigración del medio rural a los nucleos urbanos, la incorporación de la mujer al mercado laboral, la inmigración y los cambios estructurales de la sociedad) generan nuevos roles de conductas que obligan al pediatra a constituirse en monitor del propio niño ante la familia, la escuela y la sociedad.
Tras el éxito alcanzado con la primera edición del Tratado de Pediatría Extrahospitalaria, se